Cuando nos metimos de lleno en la preparación del Mongol Rally, no éramos concientes realmente de lo que se nos venia encima. Sabíamos que era una aventura trepidante y que teníamos que rodar mucho para llegar a la meta.
Desde la salida en Madrid el 18 de julio, hasta nuestro arribo a la capital de Mongolia, pasaron 28 días de aventuras constantes que nos hacen tomar conciencia de lo que realizamos. Pensándolo en frío me doy cuenta que nosotros fuimos en coche, pero el tiempo en avión….
Un mes da para mucho en la vida cotidiana, así que paseando en coche hasta Ulan Bator son incontables las historias y anécdotas que tenemos para recordar.
La preparación del rally fue larga y costosa, hubo que luchar por una plaza, reunir el dinero para los gastos, conseguir mapas de los países que por ahí “stán”, Kazajstán, Uzbekistán, Kirguistán, rellenar mil formulario para conseguir los visados, revisar el coche una y otra vez y convencernos de que iba a llegar, buscar patrocinadores, que el seguro médico, que el del coche, que las pegatinas, que la chapas, que se nos acabaron las camisetas, que actualizar la web, crear el blog, rellenarlo, cumplir con los medios que se interesaron por la aventura, todo conjugado con las actividades personales que cada uno tiene.
Sin embargo nunca planificamos el hecho de viajar con gente. Un punto muy importante y el cuál lo tuvimos cubiertos con los mejores compañeros de viaje. Al salir viajamos con los “Death Proof”, dos chicos de Vigo y Madrid que emprendieron la aventura en un Citroën Saxo. En Praga nos juntamos con los “Bigs Brothers”, dos hermanos murcianos en un Fiat Cincuecento y en Ucrania se unieron “los naranjitos” un trío formado por dos valencianos y un vasco en un Seat Marbella indestructible.
Casi todo el viaje estuvimos acompañados por los “Bigs” y los “Naranjitos”. Juntos hicimos que el viaje sea más placentero y divertido. Ver a los murcianos peleándose con los policías rusos y ucranianos para no “pagarles” la “multa”, hacia que la penosa situación se convirtiese en un momento de risa y distensión.
Los “Naranjitos” nunca se ponían de acuerdo y era curioso ver como se cronometraban las 2 horas de conducción cada uno. Parecían seguir a raja tabla los consejos de la DGT.
Nosotros fuimos dándonos cuenta de lo importante que es viajar en grupo, conocer gente diferente y a la vez que aportan cosas positivas al viaje, también para darnos cuenta que siempre hay alguien más “loco” que uno.
Al final fueron 15400 kilómetros, en donde me gustaría destacar a nuestra “Makina”. El Ford Fiesta se portó como un campeón. Coche como los de antes, que solo necesitan de gasolina, da igual si es de 76, 80 o 98 octanos, el coche tragaba y funcionaba como siempre. Es meritorio que un coche llegue sin ningún desperfecto mecánico, y la verdad que el nuestro se merece una estatua. Atravesó carreteras imposibles, desiertos a 50 grados, ríos de piedras y una suma de kilómetros impensables sin el más mínimo amago de debilidad. Al final el hombre que nos lo vendió tenía razón…”tranquilos que el coche está bien”….
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