miércoles, 22 de abril de 2009

HASTA SIEMPRE MONGOL RALLY

El Mongol Rally es y será uno de mis mejores recuerdos. Haber compartido esta experiencia con Isidoro y Alberto ha sido muy importante para mí.

Viajar por lugares que nunca habíamos imaginado, compartir anécdotas y experiencias juntos, nos ha enriquecido como persona a los tres.

Ya han pasado más de siete meses de la foto que nos sacamos en la entrada de Ulán Bator y  todavía me emociono al recordar ese momento. También de la caravana que formamos junto con "Los Naranjitos" y "Los Bigs Brothers" hasta la línea de meta, y que no dejó indiferente a ninguna persona que nos vio pasar.

El "Xemongol" queda atrás, ojala que alguien en Alzira tome el relevo, y así poder ayudarle a conseguirlo y a que pueda disfrutar como nosotros de un logro tan importante. Un logro que nunca podremos olvidar.

Aunque el Mongol Rally no solo nos ha dejado recuerdos. Buenos amigos con los que compartimos miles de kilómetros también están en nuestras mochilas. Amigos como "Los Big Brothers" que han venido a visitarnos estas fiestas a Alzira.

Vinieron a Alzira, una ciudad que no habían visitado nunca pero que la conocían a la perfección. Ni bien llegaron nos dijeron: "¿Vamos a cenar a lo de Amadeus?" ó "¡Esa empresa fue la que les rotuló el coche!", haciendo referencia al cartel de Ficxa de la plaza Mayor.

Ya cenando, comenzamos a recordar anécdotas. Una muy graciosa fue cuando al "brother" Edu en Uzbekistán lo sometieron a un control de alcoholemia. El policía los paró y les pidió el pasaporte.  Abriéndolo se lo acercó a la boca y con gestos extraños comenzó a soplar. Luego se lo puso en la boca a Edu, acercó la nariz al otro extremo y con la mano parecía pedirle que hiciera lo mismo que había hecho él. Edu sopló y según el olfato del policía uzbeco, no había bebido. ¡Está claro que la anécdota contada en primera persona es mucho más graciosa!

Recordar las discusiones entre los policías rusos y estos dos murciano nos sacaron más de una carcajada. Además fueron (certificado por todos los otros equipos) el único equipo que no pagó ningún tipo de "multa" a ningún policía. El presupuesto para ese apartado lo tenían en cero y así se quedó.

Buenos amigos con los que disfrutamos a lo largo de 15000 kilómetros y con los que ahora podemos compartir cosas nuestras, como son las fallas, o bien a nuestra gente.

Algo muy lindo también, es recordar todo el apoyo recibido por parte de la gente de Alzira, desde el Ayuntamiento a cada una de las personas que nos compraron chapitas.  A todos, patrocinadores y amigos, ¡Gracias!

Ver en la calle a gente que lleva la camiseta del equipo es algo increíble, o formar parte de los libros de fallas con nuestra historia no tiene precio. Ahora con los días pasando me doy cuenta que el viaje, el esfuerzo, la implicación, los nervios y el no saber a donde voy: han valido la pena.

Y aunque el tiempo pase, y los recuerdos y las anécdotas quedan atrás, nos vemos obligados a buscar otros alicientes de aventura. Ahora surge qué hacer el próximo verano, a dónde viajar, qué conocer para seguir llenando la mochila de experiencias, el disco duro de fotos y la mente de sensaciones.

Porque cuando uno vuelve de cualquier sitio, ya no vuelve a ser el mismo. Crecemos, maduramos, nos abrimos, valoramos, disfrutamos más de lo nuestro o de lo que tenemos cerca, porque lo lindo de viajar es descubrir todo lo que no sabemos, toda la ignorancia que a veces no nos deja disfrutar o nos hace creer que el mundo comienza y acaba en uno mismo.

Gracias al equipo Xemongol por dejarme formar parte de él.  A toda la gente de Alzira que convirtió al equipo de tres "locos" que salieron rumbo a lo desconocido, en "Tot un poble en moviment". Y a todos los medios de comunicación de Alzira y en especial al Ojo Valentino que se implicó difundiendo la historia, ¡Gracias!

jueves, 26 de marzo de 2009

LA SOLIDARIDAD NO ENTIENDE DE IDIOMAS

La hospitalidad que nos encontramos a lo largo del viaje, nunca la hubiéramos imaginado antes de salir. Los prejuicios y el miedo a lo desconocido nos hacen ir con cautela y sentirnos reacios a ver lo esencial de la vida: la solidaridad.
Perdidos en algún lugar cerca de la frontera entre Hungría y Rumania, la noche lluviosa se nos había venido encima y llevábamos ya casi dos horas buscando algún lugar para dormir. Paramos en un bar de carretera para preguntar por un hotel y nos encontramos con una chica muy simpática que hizo todo por comunicarse con nosotros. Al no lograr entendernos, se subió con su novio al coche y nos llevó a un hotel a unos 8 kilómetros de su lugar de trabajo.
No había lugar para dormir así que, nuestra “amiga”, hizo un par de llamadas por el móvil y nos llevó a la casa de una señora. Cinco minutos de conversación bastaron para que nos alquilara una casa que tenía desocupada. Cinco desconocidos extranjeros (los “Bigs” y nosotros) arropados por 40 dólares….
Ya en Rumania, paramos a comer en un pueblo pequeño cercano a Iasi. Bajamos de los coches y nos metimos en un mercadillo en donde había de todo. Juntando todas las monedas y billetes que teníamos, sólo nos alcanzó para comer. En un puesto, una niña con un español muy fluido (lo había aprendido de las telenovelas) nos regaló una sandía. En el de enfrente, una señora ya mayor, nos cambió un par de ajos por las monedas que teníamos, que no llegaban ni a la décima parte de su valor. Ya saliendo del mercado, un señor nos pagó media docena de huevos.
Sinceramente salimos de ahí sorprendidos por la amabilidad que habíamos recibido y con una imagen totalmente diferente de lo que nos habíamos imaginado.
Ya en Moldova, en la terraza de una tienda de ultramarinos, tres hombres nos invitaron a una cerveza. Con señas y muchos gritos, intentamos hablar con estas personas; aunque por más que pusieran tanto o más empeño que nosotros, la comunicación fue muy escasa.
En Kazajstán, la gente también fue muy abierta y dispuesta a ayudarnos. Concretamente, en la ciudad de Atirau, en la puerta de un hotel en el que no había habitaciones disponibles, una persona que se había acercado a ver los coches, nos llevó a otro hotel situado en la otra punta de la ciudad. Estuvo con nosotros casi dos horas viendo si conseguíamos habitaciones.
Uzbekistán fue sin dudas uno de los países en los que más cómodos nos sentimos. Todas las personas con las que nos cruzamos tuvieron buenos gestos hacia nosotros, a excepción de unos limpiacoches que nos robaron dinero. En Tashkent, salimos en busca de la frontera con Kazajstán; en un semáforo le preguntamos a dos chicos que iban en un coche. Nos acompañaron hasta la frontera, que estaba cerrada, luego en busca de gasolina buena y después nos llevaron a un hotel. Estuvieron más de dos horas con nosotros tratando de que no nos faltara de nada. Un gesto muy raro de ver por otros lugares…
En Mongolia, al estar todo tan desolado, la gente tiende a ser más solidaria. En cualquier sitio que parábamos, en el medio de la nada, si pasaba un coche con algún mongol, paraba al lado nuestro para ver si teníamos alguna avería.
Al equipo "Casa Santoña", se les llenó el motor de agua al cruzar un río. Unos campesinos los remolcaron ¡6 horas! hasta un pueblo, a cambio de un depósito de gasolina.
Ucrania y Rusia son otra historia. El dolor y el sufrimiento vivido en otros tiempos, está aún marcado en el carácter de la gente. En estos países siempre nos marcaron distancia haciéndonos sentir extranjeros, cosa que no ocurrió en los otros muchos países que visitamos.
Anécdotas de este tipo, entre todos los equipos participantes podríamos juntar miles. Países que se han quedado en el “tiempo” y que conservan muchos valores que el “desarrollo” está haciendo desaparecer; valores que rescato y destaco por sobre muchas otras cosas del viaje.
En mi caso particular he vuelto renovado, menos intoxicado de tanto individualismo. He vuelto a ver "más allá de mis narices" y, como le dijo un zorro a un príncipe: "Lo esencial es invisible a los ojos".