miércoles, 17 de diciembre de 2008

Yo pase por Uzbekistán…


Dentro de mi entorno sólo conozco dos personas (casualmente mis compañeros de viaje) que hayan visitado este hermoso país.
Dentro de la ruta diseñada hacia la meta en Ulán Bator, el paso por Uzbekistán era uno de los más duros, ya que en los mapas recibidos de la región, no había carreteras en su entrada este; ni siquiera en el “Google maps”.
En un afán de aventura, junto a los Naranjitos y los Bigs, decidimos atravesar el país íntegramente de este a oeste. Teníamos claro que no sabíamos cuantos días nos iba a llevar la travesía, así que desde Altai, en Kazajstán, nos dirigimos dirección sur hacia la aventura.
Hoy podemos decir que valió la pena. Quedamos sorprendidos por todo lo que vimos y vivimos en esa semana que tardamos en cruzar el país.
La entrada al país supuso más de 2 horas de espera a 40 grados de temperatura en un puesto fronterizo situado en el medio de la nada. Precario y repleto de gente aquello se parecía a cualquier mercadillo.
Una vez realizados todos trámites de rigor entramos en terreno uzbeko. Los primeros 300 kilómetros nos llevaron algo más de 9 horas. La carretera deplorable sumado a la temperatura inhumana, convertían al trayecto en el más duro desde el comienzo del rally.
Por la noche llegamos a un parador ubicado quién sabe donde, en el que una mujer muy atenta, nos preparó algo de cenar y una habitación para los 8. Dormimos todos juntos en poco más de 10 metros cuadrados…una anécdota.
A la mañana siguiente nos tuvimos que desviar de la ruta prevista para visitar el cementerio de barcos en el mar de Aral. En la ciudad que lleva el mismo nombre pudimos apreciar los destrozos naturales que puede provocar el humano. Es increíble como con el desvío de dos ríos por parte de Rusia, está haciendo que el mar desaparezca. El agua ya está a más de 100 kilómetros de la costa. (Es como si el mediterráneo baje su nivel y podamos cruzar caminando hasta Ibiza)
El objetivo luego de esa visita obligada era llegar a Bukhara. El calor era tan agobiante que teníamos que viajar con las ventanillas cerradas ya que el aire de afuera estaba tan caliente que era como tener un secar de pelo por la ventilla. Además el ambiente era tan seco que no sudábamos ya que por la falta de humedad y la temperatura evaporaban la transpiración antes de notarla…
Durante el trayecto tuvimos una tormenta de arena que nos retraso. Dunas móviles que invadían la carretera hacían del viaje una aventura. A su paso por Nukus, “los naranjitos” tuvieron que parar a reparar el coche. Nosotros continuamos para acortar la etapa del siguiente día.
A las 6 de la mañana y en el medio de ninguna parte, nos dispusimos a arrancar nuevamente. Luego de las comprobaciones del coche, tuvimos que cambiar una rueda por los machaques del día anterior. La yanta esta muy tocada, y aunque podía continuar, con Alberto decidimos cambiarla.
Cerca del medio día llegamos a Bukhara, una ciudad muy bonita e importante en la famosa ruta del la seda, era un oasis para que la gente recargara fuerzas. Comimos, visitamos el mercado, una mezquita y los edificios más emblemáticos de la ciudad y partimos para Samarcanda.
Hoy, puedo decir que la “autopista” que une Bukhara con Samarcanda es la más complicada que he transitado.
Contentos al comienzo por haber 4 carriles, al hacerse de noche pudimos apreciar cosas inolvidables:
- Niños y jóvenes sentados en la barandilla del centro de la autovía
- Coches en contra dirección por el arcén
- Gente cruzando y quedándose en el medio de los dos carriles
- Vehículos sin luces o con las luces largas
- Bicicletas y ciclomotores por el arcén de la izquierda
- Animales sueltos, Burros, perros, camellos
A día de hoy no se como no tuvimos un accidente, aunque recuerdo que cuando llegamos a Samarcanda se me habían ido las ganas de conducir por el estrés que había sufrido en poco mas de 3 horas de oscuridad.
Samarcanda es preciosa. Un lugar “entrañable” en donde hicimos turismo por un día. Disfrutamos junto a turistas españoles, italianos y franceses que encontramos por las calles. Una ciudad preparada para el turismo pero todavía con el encanto de ser poco visitada.
Al siguiente día salimos para Tashkent. Una ciudad moderna, amplia y con mucho movimiento empresarial. Otro mundo, algo más común para nosotros.
Ahí nos pasó de todo, podríamos escribir un libro con los 3 días que pasamos en la ciudad…

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